CUANDO SE ESPERA UN MILAGRO Y…
LLEGA:
“EL MILAGRO DE ANNA SULLIVAN”.
En nuestra
vida podemos encontrarnos a personas ciegas o a personas sordas, pero la
sordocegera parece ser “invisible”, de hecho actualmente no hay un censo firme
donde se puedan contabilizar el número de personas sordociegas.
Según FOAPS (Fundación Once para
la Atención de Personas con Sordoceguera) se estima que existen unas 6.000
personas, de las cuales 2.700 son afiliados a la ONCE representando el 3% del
total de las afiliadas a esta organización.
La sordoceguera es la
discapacidad que resulta de la combinación de dos deficiencias sensoriales
(visual y auditiva) que se manifiestan en mayor o menor grado, provocando
problemas de comunicación únicos y necesidades especiales derivadas de la
dificultad para percibir de manera global, conocer y por tanto interesarse y
desenvolverse en el entorno. La sordoceguera afecta gravemente las habilidades
diarias necesarias para una vida mínimamente autónoma y requiere servicios
especializados, personal específicamente formado para su atención y métodos
especiales de comunicación.
En la actualidad hay varios
sistemas de comunicación según el grado de discapacidad de la persona, es
decir, si tienen o no algún resto visual o auditivo se pueden utilizar sistemas
alfabéticos, lengua de signos, tablillas de comunicación…
Actualmente, como mencionamos,
existen formas que nos permiten comprender qué es la sordoceguera y cómo
podemos comunicarnos con estas personas. Pero ¿cómo se interpretaba la
sordoceguera, por ejemplo, en el siglo XIX?
Helen Keller nació el 27 de junio
de 1880, en Tuscumia, Alabama, Estados Unidos. No nació ciega ni sorda, sino
como una niña perfectamente normal. No fue sino hasta diecinueve meses después
que contrajo una enfermedad que los doctores describieron como una congestión
aguda del estómago y el cerebro. Helen no tuvo la enfermedad por mucho tiempo,
pero ésta dejó sus huellas: sordera, ceguera y, por consiguiente, incapaz de
hablar.
Fue criada por sus padres,
Capitán Arthur H. Keller y Kate Adams Keller, como una niña mimada e
incomprendida, ya que no podían comunicarse con ella.
A los siete años de edad, cuando
sus padres se encontraban literalmente desesperados, delegan la educación en la
ayuda de una instructora del Instituto
Perkins para Ciegos: Anne Sullivan una joven especialista que se encargó de su formación y logró su
avance, logró el milagro.
Recomendamos esta película para acercarnos
al mundo de la sordoceguera y cómo de la insistencia, el trabajo y la comprensión
de la maestra, puede hacer que la vida de una persona cambie para siempre.
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