(Benjamín Franklin).
Las emociones, esas grandes condicionantes de nuestra conducta, pueden influenciar nuestra vida en multitud de sentidos. Su manifestación, puede convertirnos en personas integradas socialmente o excluidas, todo depende de la manera en que las manejemos.
Al igual que sucede con cualquier aprendizaje, las emociones determinarán nuestra manera de afrontar la vida. Emoción, pensamiento y acción, son tres elementos muy relacionados, presentes en todo aquello que hacemos a diario. La comprensión y el control de las emociones puede resultar imprescindible para nuestra integración en sociedad, pero si esta falla, nos convertiremos en personas inadaptadas, frustradas e infelices.
En la Inteligencia emocional en niños y para comprender y manejar las emociones, debemos tenerlas presentes en todo momento, siendo la infancia una etapa crucial en el aprendizaje del manejo y control de las mismas. La infancia es el momento en que mejor se adquieren los aprendizajes, y el manejo de las emociones es un aprendizaje fundamental y que, podemos decir, se encuentra a la base de los demás, por encontrarse todo lo que hacemos impregnado de emoción.
Si bien para los adultos resulta verdaderamente difícil controlar las emociones en determinados momentos, para los niños/as este control es aún más complicado al carecer de experiencias previas similares y estrategias de abordaje. En ocasiones, nos encontramos con niños/as cuyo control emocional es prácticamente inexistente. Se muestran irascibles e irritables a menudo, no se les puede negar nada porque están acostumbrados a que se les permita y consienta casi todo. Además, se muestran especialmente frágiles e irritables ante los fracasos, respondiendo de manera agresiva y hostil a este tipo de situaciones.
Estas reacciones son realmente perjudiciales para el niño/a, ya que no sólo le van a limitar su relación e integración en el grupo de iguales, sino que incluso, pueden llegar a afectar a su salud. De hecho, algunas investigaciones han puesto de manifiesto que la experimentación de emociones negativas deriva en una disminución de las defensas, convirtiéndonos en personas vulnerables.
El conocimiento, comprensión y control de las emociones, es por tanto vital, pues éstas nos permiten adaptarnos, comunicarnos y desenvolvernos en sociedad. Además, no debemos olvidar que la emoción es fiel compañera de la motivación, el motor de la consecución de objetivos.
Daniel Goleman, pionero en los estudios de Inteligencia Emocional, decía que la inteligencia emocional consiste el conocimiento de las propias emociones, y manejo de las mismas; en la motivación propia; en el reconocimiento de las emociones de los demás; en el establecimiento de emociones positivas con otras personas…
Esta descripción nos da grandes pistas sobre qué caminos debemos seguir en la educación infantil. Es fundamental que se eduque en la adquisición de todos esos aspectos mencionados. Los niños/as deben aprender a controlar su agresividad, sus reacciones indeseadas. El empleo del castigo, ante estas ocasiones, no suele resultar demasiado efectivo. En cambio, hacerles reflexionar sobre lo sucedido de manera objetiva y constructiva, haciéndoles entender la importancia de sus acciones y la repercusión en los demás, así como ofrecerles alternativas de conducta positivas, derivará en una mejora en su manera de pensar y actuar y esto redundará en sus emociones.
Las emociones, esas grandes condicionantes de nuestra conducta, pueden influenciar nuestra vida en multitud de sentidos. Su manifestación, puede convertirnos en personas integradas socialmente o excluidas, todo depende de la manera en que las manejemos.
Al igual que sucede con cualquier aprendizaje, las emociones determinarán nuestra manera de afrontar la vida. Emoción, pensamiento y acción, son tres elementos muy relacionados, presentes en todo aquello que hacemos a diario. La comprensión y el control de las emociones puede resultar imprescindible para nuestra integración en sociedad, pero si esta falla, nos convertiremos en personas inadaptadas, frustradas e infelices.
En la Inteligencia emocional en niños y para comprender y manejar las emociones, debemos tenerlas presentes en todo momento, siendo la infancia una etapa crucial en el aprendizaje del manejo y control de las mismas. La infancia es el momento en que mejor se adquieren los aprendizajes, y el manejo de las emociones es un aprendizaje fundamental y que, podemos decir, se encuentra a la base de los demás, por encontrarse todo lo que hacemos impregnado de emoción.
Si bien para los adultos resulta verdaderamente difícil controlar las emociones en determinados momentos, para los niños/as este control es aún más complicado al carecer de experiencias previas similares y estrategias de abordaje. En ocasiones, nos encontramos con niños/as cuyo control emocional es prácticamente inexistente. Se muestran irascibles e irritables a menudo, no se les puede negar nada porque están acostumbrados a que se les permita y consienta casi todo. Además, se muestran especialmente frágiles e irritables ante los fracasos, respondiendo de manera agresiva y hostil a este tipo de situaciones.
Estas reacciones son realmente perjudiciales para el niño/a, ya que no sólo le van a limitar su relación e integración en el grupo de iguales, sino que incluso, pueden llegar a afectar a su salud. De hecho, algunas investigaciones han puesto de manifiesto que la experimentación de emociones negativas deriva en una disminución de las defensas, convirtiéndonos en personas vulnerables.
El conocimiento, comprensión y control de las emociones, es por tanto vital, pues éstas nos permiten adaptarnos, comunicarnos y desenvolvernos en sociedad. Además, no debemos olvidar que la emoción es fiel compañera de la motivación, el motor de la consecución de objetivos.
Daniel Goleman, pionero en los estudios de Inteligencia Emocional, decía que la inteligencia emocional consiste el conocimiento de las propias emociones, y manejo de las mismas; en la motivación propia; en el reconocimiento de las emociones de los demás; en el establecimiento de emociones positivas con otras personas…
Esta descripción nos da grandes pistas sobre qué caminos debemos seguir en la educación infantil. Es fundamental que se eduque en la adquisición de todos esos aspectos mencionados. Los niños/as deben aprender a controlar su agresividad, sus reacciones indeseadas. El empleo del castigo, ante estas ocasiones, no suele resultar demasiado efectivo. En cambio, hacerles reflexionar sobre lo sucedido de manera objetiva y constructiva, haciéndoles entender la importancia de sus acciones y la repercusión en los demás, así como ofrecerles alternativas de conducta positivas, derivará en una mejora en su manera de pensar y actuar y esto redundará en sus emociones.
En este sentido os
proponemos una serie de estrategias para introducirlos en el desarrollo de la Inteligencia
Emocional.
1. CONTROLAR SU IRA.
Hasta los 18 meses los niños necesitan básicamente el afecto y el
cuidado de sus padres, todo ello les aporta la seguridad suficiente para
adaptarse en su medio, para explorar y dominar sus
miedos. Pero hemos de tener en cuenta que a partir de los 6
meses van a empezar a desarrollar la rabia, de ahí la importancia de saber
canalizar sus reacciones y corregirles cualquier mala acción.
Hay bebés que pueden golpear a sus padres o hermanos, gritar enfurecidos
cuando no se les ofrece algo, acciones que a los progenitores les puede hacer
gracia, pero recordemos que es importante establecer límites desde que nacen, y
sobre todo, el hecho de hablar a los niños continuamente y en cada momento, los
niños entienden mucho más de lo que expresan, de ahí la necesidad de razonarles
y de controlar esas rabietas o ataques de rabia.
2. RECONOCER EMOCIONES BÁSICAS.
A partir de los dos años es una edad
perfecta para iniciar a los niños en el campo del reconocimiento de emociones,
es entonces cuando ellos empiezan a interactuar con los adultos y otros niños
de modo más abierto, así pues podemos realizar varios ejercicios con ellos,
como puede ser introducirlos en las emociones básicas: alegría, tristeza, miedo
y rabia.
¿Cómo? Mediante
fotografías de rostros, mediante dibujos, preguntándoles cuestiones como: "Qué
le pasa a este niño?, "¿Está triste?", "¿Por qué crees tú que está triste?",
es un modo
perfecto para que aprendan a reconocer no sólo sus emociones poco a poco, sino
también las de los demás, y sobre todo, su empatía.
3. SABER NOMBRAR LAS EMOCIONES.
A partir de los 5 años sería perfecto que los niños supieran ya dar
nombre a las emociones de modo habitual: “estoy enfadado porque no me has
llevado al parque”, “estoy contento porque mañana nos vamos de excursión”,
“tengo miedo de que cierres la luz porque me dejas solo.”
4. SABER AFRONTAR LAS EMOCIONES CON EJEMPLOS.
Es habitual que los niños en ocasiones se vean superados por las
emociones, rabietas que les hacen gritar o golpear cosas. Es necesario que nosotros no
reforcemos esas situaciones, una vez haya terminado la rabieta podemos
enseñarles por ejemplo que antes de gritar o pegar, es mejor
expresar en voz alta qué les molesta. Que aprendan a expresar sus sentimientos
desde bien pequeños.
5. DESARROLLA SU EMPATÍA.
Para desarrollar una
dimensión tan importante como esta, es necesario razonar con ellos
continuamente mediante preguntas. "¿Cómo crees que se siente el abuelo tras lo que le has dicho?" "¿Por qué crees que está llorando tu hermana?"
"¿Crees que papá está hoy contento?"
6. DESARROLLA SU COMUNICACIÓN.
Hablar con los niños, hacerles preguntas, razonar, jugar, poner
ejemplos, etc., es algo imprescindible en su educación. Debemos favorecer continuamente
el que puedan expresarse, poner en voz alta su opinión y sus sentimientos, que
aprendan a dialogar.
7. LA IMPORTANCIA DE SABER ESCUCHAR.
Imprescindible. Desde muy pequeños deben saber
guardar silencio mientras los demás hablan, pero no sólo eso, debe ser una escucha activa,
de ahí que sea recomendable hablarles despacio, frente a frente y terminando
las frases con un "¿has entendido?", "¿estás de
acuerdo con lo que he dicho?".
8. INICIARLOS EN LAS EMOCIONES SECUNDARIAS.
A partir de los 10 o 11
años van a surgir en sus vidas emociones secundarias que van a cobrar más peso
en sus vidas, tales como el amor, la vergüenza, la ansiedad… Siempre es adecuado que una buena comunicación con ellos nos permita
hablar de estos temas abiertamente, deben sentirse seguros ante esas nuevas
emociones que asaltan su día a día, habrá situaciones que por ejemplo les
causen mucha ansiedad, como es por ejemplo un examen, realidades que van a ser
constantes en sus vidas y que deben aprender a gestionar.
9. FOMENTAR UN DIÁLOGO DEMOCRÁTICO.
A medida que los niños se van haciendo mayores van a aparecer más
demandas por su parte, de ahí que desde bien pequeños les hayamos enseñado la importancia de pactar, de
dialogar, de acordar de modo democrático. La familia es un ejemplo de la
sociedad y es el mejor campo de aprendizaje.
10. APERTURA A LA EXPRESIÓN DE EMOCIONES.
Es esencial que podamos facilitar a nuestros hijos la confianza
apropiada para que pongan en voz alta aquello que les preocupa, que les hace
infelices y también felices. El hogar y la escuela van a ser esos primeros
escenarios donde se va a desarrollar su vida, si les ofrecemos comodidad para
que se puedan expresarse y comunicar, también lo harán a medida que crezcan y
en el resto de contextos.
El saber comunicarse y el reconocer emociones propias y ajenas, son sin
duda imprescindibles para que vayan madurando poco a poco y alcancen una
solvencia adecuada para integrarse en la sociedad y ser felices en ella.
A continuación, os proponemos una serie de
enlaces en los que podéis encontrar
aplicaciones educativas (juegos y actividades on-line) y recursos (libros,
vídeos…) para trabajar con vuestros hijos/as la inteligencia emocional y otros
aspectos que os ayudarán a fomentarla:
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